AltoDirectivo
"Los patos salvajes, siguen al líder de su parvada por su manera de volar y no por la fuerza de su graznido" (Proverbio chino)
Aunque podríamos añadir al mencionado proverbio oriental, que un graznido potente a su debido tiempo también ayuda a que los empleados de una organización no olviden cómo hay que volar para conseguir los objetivos marcados.
Durante mucho tiempo y hasta hace apenas unos años, una frase muy común que se repetía entre las empresas exitosas era: "…para qué vamos a cambiar y a hacer las cosas de otra manera, si como estamos somos los mejores y así nos lo reconoce el mercado".
Esos niveles de autocomplacencia y egocentrismo han hecho mucho daño a un gran número de organizaciones que, por culpa de su ensimismamiento, han visto que, de un día para otro, no sólo sus competidores habituales, sino un gran número de compañías que no tenían en el radar, les han quitado protagonismo y con ello han hecho que su cuenta de resultados y su imagen de marca cayera a marchas forzadas, incluso hasta llegar a desaparecer.
Todos tenemos ejemplos en la cabeza y no voy a repetirlos en esta pequeña reflexión.
Yo mismo estuve envuelto a finales del siglo pasado y principios de éste (con esta información ya he dado pistas de mi edad y.., experiencia), en lo acontecido en la industria musical tras la aparición de plataformas "gratuitas" (Napster, MP3..) y de nuevos dispositivos que, sin lugar a duda, presagiaban ya lo que iba a ser una revolución muy pocos años después y que hizo que esta industria se diera la vuelta como un calcetín.
En ese momento, estoy hablando del año 1999, el grupo al que pertenecía lanzó una división de música. No una compañía discográfica; no. Una compañía de música con una propuesta de valor que iba mucho más allá de la producción de discos. Era muy evidente que, si queríamos hacernos con un espacio en tan competitiva industria, dominada por las grandes compañías multinacionales, teníamos que ofrecer una propuesta de valor muy diferente.
Contábamos con los medios para que esa propuesta novedosa pudiera ser atractiva, además de un cierto pulmón financiero que en ningún caso podría competir con las majors, para lo que era el principal activo de la industria: los artistas.
Nosotros nos denominábamos una compañía de música que ofrecía al artista desde la edición de discos, su promoción y su distribución, hasta la gestión de sus derechos editoriales, pasando por la organización y producción de sus giras, de su merchandising e incluso de su imagen (contratos comerciales).
Todavía recuerdo, con una cierta nostalgia y al mismo tiempo una sonrisa un tanto desafiante, las caras de sorpresa y de incredulidad displicente de muchos de los prebostes de la industria. No eran conscientes de que su negocio al uso, se agotaba.
Al margen del mayor o menor éxito que obtuvimos en su momento, que no fue menor, la realidad es que supimos adelantarnos a lo que se avecinaba y no sin riesgo, nos lanzamos a una aventura de la que me siento muy orgulloso, porque hacia ese modelo, con sus diferentes matizaciones, ha avanzado el negocio musical. Sin ánimo de presumir ni ser vanidoso, creo que fuimos unos adelantados a nuestros tiempos; a aquellos tiempos.
Desde entonces y siempre que he tenido oportunidad en los diferentes puestos de responsabilidad que he ocupado, he sido el primero en levantar la mano para probar a hacer las cosas de diferente manera e incluso a hacer otras cosas que se salían del negocio principal y habitual, intentando con ello aprovechar las oportunidades que aparecían en el mercado.
No sé si a eso se le puede llamar innovación en el sentido actual de la palabra, pero al menos si se podría catalogar de curiosidad e interés de diferenciarme de los demás: en la propuesta de valor, en la calidad de los servicios ofrecidos, en la gestión de los equipos, en el lanzamiento de nuevos productos (servicios)…, sabiendo que todo eso conllevaba un riesgo y que, en muchos casos, era más que probable que esos experimentos acabaran en un callejón sin salida; en una vía muerta, que inexorablemente llevaba a su abandono o dar marcha atrás para volver a la casilla de salida. Miento, a la casilla de salida nunca, porque de todos los errores se sacaban enseñanzas y surgían nuevas oportunidades que podía ayudar a aventuras futuras.
Asumía y aceptaba ese riesgo…, medido.
Siempre me ha gustado trabajar con gente que me rete y a la que no dé miedo cambiar el paso. Sólo les pedía una cosa: "Hazlo, pero que no nos cueste ni mucho tiempo ni demasiados recursos… y si no sale no te empecines en seguir. Si tienes el valor de tirarte a la piscina, debes tener el mismo valor en salir, antes de que se vacíe…".
Admiro a la gente curiosa y que promueve la curiosidad y el cambio dentro de sus equipos; que tiene ganas de romper el statu quo; que ve oportunidades donde otros no las ven, aunque dichas oportunidades muchas veces no generen tracción suficiente por la razón que sea; que son a la vez transgresoras, sin caer en el irrespeto.
No soy consumidor de productos de la marca de la manzana mordida, pero ya lo dijo su fundador: "La innovación es lo que distingue al líder de los seguidores". Y si en muchas actitudes y comportamientos suyos me sitúo en sus antípodas, creo que en esto no puedo estar más de acuerdo con él.
En un gran número de situaciones, más antes que ahora, innovación iba unido a incomprensión, a locura, a ida de olla. Afortunadamente esto ha cambiado radicalmente, si bien ahora hemos pasado de la dieta al empacho y de tanto usarlo puede perder su verdadero y correcto significado.
Innovación yo lo asocio a disrupción, sostenibilidad, curiosidad (clave), altura de miras, apertura a lo nuevo, transformación, capacidad crítica, ganas de aprender, atracción por lo desconocido y la novedad, riesgo controlado y medido, rápida ejecución, oportunidad, humildad, aceptación del fracaso sin por eso rendirse….
Quizás sean demasiadas patas y no todas son igual de necesarias para lograr los objetivos que nos marquemos, pero estoy seguro de que las organizaciones que tengan unos líderes que sean capaces de que lo anterior permee a todos sus interlocutores (empleados, proveedores, clientes, accionistas…), las auguro un gran futuro.
Al resto, por muy exitosas que sean hoy, que no olviden que el chicle de tanto estirarlo acaba por romperse y que una vez roto, es difícil recomponerlo.
*Si te ha resultado interesante este artículo, te animamos a seguirnos en TWITTER y a suscribirte a nuestra NEWSLETTER DIARIA.
Alto Directivo