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El término “hacking” ha trascendido al mundo de las startups en el sentido de experimentar y crecer con pocos recursos. Algo parecido ocurre con el hacking cultural, puesto que sería lo contrario a las mejores prácticas: implica cuestionarse lo establecido, encontrar “vulnerabilidades” en las formas de hacer e innovar.
El hacking cultural no es el “caballo de Troya” de la cultura corporativa, no se trata de desmantelar la misión, visión y valores de la compañía. Al contrario, exige comprender el porqué de los valores y conocer bien la organización para identificar dónde y cómo se pueden cambiar las formas de hacer, para realmente vivir los valores. Los hackers culturales, igual que los informáticos, trabajan en red, para introducir pequeños cambios y ganar el apoyo de personas en toda la organización.
Hoy en día muchas organizaciones afirman tener una cultura de apertura y agilidad, acorde con el mayor acceso a la información y las exigencias del mercado. Para ser coherentes con esta imagen, necesitan crear una cultura flexible que fomente la transparencia y la participación. La cultura corporativa es una herramienta competitiva que representa un elemento diferencial en la propuesta de valor al empleado. Con la entrada en las compañías de los millenials, cada vez se valora más trabajar en entornos muy distintos a los tradicionales, con posibilidades de innovar o emprender, y con una cultura más abierta y menos formal. Las propias empresas ven las ventajas de crear entornos que fomenten el trabajo colaborativo.
¿Qué tiene de bueno el “hacking”?
El hacking cultural es especialmente productivo en las compañías que quieren reforzar la marca o el compromiso. Aporta beneficios a distintas organizaciones, desde las que cuentan con una estructura capilar extensa con muchas oficinas o talleres en diferentes regiones, hasta las start-ups y las organizaciones en proceso de cambio. Los beneficios más comunes incluyen los siguientes:
Los beneficios son apreciados por las personas, la empresa e incluso por colectivos externos como clientes, futuros empleados y competidores.
¿Cómo hackear la cultura?
La eficacia del hacking depende del buen conocimiento del sistema, o de la organización en el caso de la cultura. Observar a la compañía ayuda a tener más claro cuál es el gap entre la cultura actual y la deseada. Algunas recomendaciones:
Cambiar la cultura es uno de los retos más difíciles para una organización. El marketing corporativo y los mensajes del primer nivel quizás sean necesarios para comunicar la cultura, pero ya no son suficientes para cambiarla: ha llegado la hora de los “hackers”.
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