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La estrategia española de seguridad y salud en el trabajo para los años 2015-2020, entre diversas directrices, establece la necesidad de analizar la legislación en materia de seguridad y salud en el trabajo con el objetivo de detectar aquellos aspectos que puedan mejorarse para facilitar su aplicación, especialmente en las pymes.
Podemos considerar que esta directriz, como en general cualquier política preventiva, persigue un descenso de la siniestralidad laboral y unas adecuadas condiciones de trabajo, esto es, no solo la visión parcial y, si me permiten, antediluviana de que no se produzcan accidentes o enfermedades profesionales sino trabajar para que se den las condiciones adecuadas para que los centros de trabajo sean además saludables y felices.
La perspectiva del cuidado del trabajador, circunscribiéndolo únicamente al entorno laboral, se deviene insuficiente. Parafraseando a aquel: el trabajador es él y sus circunstancias, y esta premisa se retroalimenta cuando hablamos de políticas de seguridad y salud ya que, por una lado, las actividades preventivas tienen que centrarse en la mismidad de las personas, lo que significa actuar sobre su conducta y sus capacidades y como entiende cada uno el medio que le rodea, y por otro lado, y en consecuencia de lo anterior, la eficacia de esta dinámica tendrá un alcance, no solo en el individuo trabajador, sino en el individuo social, familiar y emocional.
La consciencia de esta perspectiva ha de tener su reflejo en el desarrollo de las acciones preventivas actuales de los servicios de prevención, adecuando y personalizando continuamente su metodología para que el asesoramiento e integración de PRL en las empresas clientes sea, cada día, más eficiente y, por ende, las empresas sean seguras y saludables y felices.
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