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Llega el nuevo año y con él, la lista de propósitos que casi nunca se cumplen. ¿Por qué? Muchos pensarán que es falta de voluntad y perseverancia, y es así, pero sólo en parte. Si realmente queremos alcanzar esos objetivos, ya sea por la llegada del año nuevo o en otro momento de nuestra vida, necesitamos un plan de trabajo concienzudo basado en pequeñas acciones realistas y concretas.
De nada sirve decirnos frases genéricas como “este año me pongo a dieta”. Para conseguir un propósito, nuestro cerebro tiene que ser capaz de visualizarlo y ese tipo de expresiones no lo consiguen, son palabras vacías que termina llevándose el viento. Por eso, es necesario parcelar ese deseo en pequeñas acciones que podamos realizar en nuestro día a día, marcar en la agenda nuevos hábitos estructurados por horas que sean fáciles de llevar a cabo y que nuestro cerebro pueda visualizar claramente.
En este trabajo reflexivo hay que ser consciente de que los viejos hábitos se van a intentar interponer entre nosotros, se materializarán en nuestro cerebro en forma de excusas y objeciones que arruinarán todo nuestro proyecto. Para esquivarlas, es necesario anticiparse: pensar en esos obstáculos y, en paralelo, buscarles soluciones.
Hemos de grabar a fuego en nuestra agenda diaria esas tareas que nos van a ayudar a lograr nuestras metas, ser perseverantes con ellas y concederles un horario diario también muy concreto para que, poco a poco, empiecen a formar parte de nuestro día a día. Os proponemos una serie de ejercicios útiles para que la voluntad no flaquee y el proyecto no se derrumbe como un castillo de naipes.
Seis ejercicios para que nuestros propósitos no se conviertan en papel mojado
1) Desechar expresiones generalistas: Como ‘me quiero ir de viaje’, ‘tengo que conseguir nuevos clientes’ o ‘voy a perder peso’. Es importante centrar el tiro y marcarnos metas realistas y tangibles. Y eso sólo se consigue con frases más concretas: ‘Tengo que ahorrar 6.000 euros para irme a Irlanda el próximo verano’; ‘Hay que cerrar dos nuevos clientes cada semana’; o ‘Voy a perder un kilo cada cinco días’ son ejemplos claros de cómo formular nuestros propósitos.
2) Elaborar un plan estructurado: Una vez que tengamos claro cuál es el objetivo a conseguir, es importante desarrollar un plan estructurado en el que tengan cabida nuestras metas y las pequeñas acciones que debemos llevar a cabo para lograrlo. Dedicarle tiempo para que nuestro cerebro asuma de forma clara las nuevas tareas que ha de incorporar a su rutina diaria.
3) Lápiz y papel: Aunque vivimos en la era digital y nos pasamos la vida pendiente de las pantallas, sentarnos delante de un papel (analógico) en blanco y hacer un listado con una lluvia de ideas puede ser muy útil. En ella tienen cabida todas esas pequeñas acciones realistas que están asociadas a la consecución de nuestro objetivo final. ¿Cómo conseguir perder ese kilo cada cinco días? Apuntando en la lista de la compra productos concretos de comida saludable; preparando un menú semanal bajo en calorías; sacando del cajón nuestra ropa deportiva y probárnosla para comprobar que nos vale; poner el despertador una hora antes de lo habitual para salir a correr; practicar ejercicios de estiramiento…
4) Adoptar nuevas rutinas: Una vez plasmadas estas acciones sobre el papel, debemos ordenarlas y acoplarlas a nuestra agenda diaria, con un horario constante que podamos cumplir sin doblegar nuestra voluntad. Hemos de grabar a fuego estas tareas en nuestra agenda, ser perseverantes con ellas y concederles un horario diario también muy concreto para que, poco a poco, empiecen a formar parte de nuestra rutina habitual.
5) Perfilar el ‘para qué’: El objetivo debe ser ambicioso y capaz de estimular nuestra voluntad. Una reflexión profunda relacionada con nuestra salud, nuestra familia, nuestro desarrollo profesional, etc. que va a surgir de una autoevaluación: ¿Dónde nos queremos ver el año que viene? ¿Por qué? ¿Para qué?
6) Anticiparse a los obstáculos: Nos colocamos de nuevo ante el papel en blanco para anotar entre diez y veinte posibles obstáculos que van a frenar nuestra carrera hacia el éxito y, junto a ellos, sus potenciales soluciones. Nos referimos a esas excusas que nos vamos a poner para no ir al gimnasio, o que no nos van a dejar llegar antes a casa para dedicarle la tarde a nuestra familia y amigos. Son barreras que suelen estar propiciadas por las viejas rutinas que queremos variar y que, si se imponen, nos van a hacer fracasar.
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