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Te llega un whatsapp, alguien publica en Facebook, tienes visitas en tu perfil en Linkedin, te entregan un pedido, subes una foto en Instagram, recibes cinco likes, activas la geolocalización… Todas esas acciones son cientos de datos personales fluyendo por la red. Este estado de “ansiedad social” basado en el deseo de querer cada vez más followers, comentarios, retuits… puede hacer que perdamos la perspectiva, ¿somos conscientes de la gran cantidad de datos personales que dejamos tras nosotros?
Internet se nos presenta como un servicio gratuito, nada más lejos de la realidad, los datos personales son la moneda de cambio. Nuestro presente es un escenario de dispositivos interconectados que intercambian datos personales de forma continua. Es una realidad a la que no podemos y tampoco queremos renunciar. Sin embargo, en este contexto los usuarios debemos tomar conciencia de la importancia que tienen los datos que facilitamos. Su valor no está en el dato concreto que nos solicitan en un momento dado, sino en la recopilación y en la asociación de toda la información que bajo nuestra identidad se encuentra dispersa en la red. Esta información si se organiza puede ser utilizada para categorizarnos en grupos y colectivos y, en un momento dado, para manipularnos. Por eso, debemos incorporar en nuestra toma de decisiones un nuevo elemento: la privacidad al igual que cuando compramos un producto o servicio tenemos en cuenta la calidad o el precio.
En el año 2010, el fundador y CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, afirmó que “la era de la privacidad había acabado”. Años después, con el caso Cambridge Analytica; empresa vinculada a la campaña del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que habría accedido a información personal de unos 50 millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento; tuvo que testificar ante el Senado de Estados Unidos y pedir perdón. Este caso puso de manifiesto que la privacidad y la protección de datos personales son una auténtica necesidad para permanecer en el mercado.
El Reglamento Europeo de Protección de Datos, aplicable desde mayo de 2018, establece de manera contundente que la privacidad nunca ha de ser un añadido. El Principio de Privacidad, desde el diseño y por defecto, establece que cualquier aplicación debe incorporar desde las primeras fases medidas técnicas y organizativas que preserven la privacidad, constituyéndose como un componente esencial, que además siempre debe aparecer por defecto. El centro de todo es el titular del dato y las compañías deben ceñirse a él. La legislación protege a los titulares de los datos, pero éstos han de autoprotegerse y tomar responsabilidad sobre sus propios datos personales. Es el denominado binomio derecho/deber de la protección de datos personales. Pero, ¿qué puede hacer el usuario para autoprotegerse?
En primer lugar, tomar conciencia. Cada vez que facilitemos datos personales, debemos valorar si la funcionalidad que nos va a dar una aplicación o servicio a través de Internet, verdaderamente merece tanto la pena como para ofrecer nuestros datos. Es evidente, que nadie nos va a ofrecer un servicio a coste 0. El precio que estamos pagando es la cesión de una parcela de nuestra vida. Recordemos el reciente caso de la aplicación FaceApp, que permitía a los usuarios obtener fotografías con su rostro envejecido a cambio de sus datos personales. Los usuarios que hicieron uso de la aplicación, ¿se leyeron las condiciones de uso de la aplicación? Probablemente la gran mayoría no. Es cierto que las condiciones de uso y las políticas de privacidad son muchas veces tediosas, largas y difíciles de entender, pero al menos es importante leer siempre la información que aparece en primera capa, y cuando no la encontramos, hacer una lectura por encima de las condiciones de uso y políticas de privacidad. Si no queremos leer, o no entendemos, lo mejor es la prudencia. Se han de evitar los comportamientos compulsivos y antes de facilitar un dato pararse a pensar y aplicar el sentido común.
De manera reactiva, la legislación nos ofrece, mediante procesos muy sencillos y sin necesidad de tener conocimientos jurídicos, la posibilidad de ejercitar ante las compañías nuestros derechos de acceso, rectificación, supresión, limitación del tratamiento, oposición y portabilidad de los datos. Y en caso de vulneración acudir ante la Agencia Española de Protección de Datos. Es vital tener actitudes proactivas ante la vulneración de nuestros derechos en materia de protección de datos personales, ¿por qué cuando hay vulneraciones de derechos patrimoniales se formulan reclamaciones y cuándo hablamos de datos personales somos más permisivos?.
“Hacer del mundo un lugar más abierto y conectado”, como decía Mark Zuckerberg, en los inicios de Facebook, debe tener unos límites. Las entidades que traten los datos personales han de poner el foco en el interés de las personas, ofreciendo al usuario seguridad y transparencia. Los usuarios al mismo tiempo deben ser conscientes de que en muchos casos exponen parcelas de su vida sin reflexionar sobre quien va a utilizar esta información y para qué. Todo ello lo cambian por pequeñas porciones de dopamina como un like, un retuit o un mensaje.
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