Todos afrontamos a diario conversaciones difíciles, situaciones de tensión en las que no resulta sencillo encontrar caminos de entendimiento para llegar a soluciones productivas. Son momentos en los que predomina la susceptibilidad y aparece esa ambigüedad que nos distancia del interlocutor
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Recientemente he podido participar en unas jornadas que abordaban estas situaciones difíciles con un planteamiento más que interesante. Nos hicieron pensar, nos condujeron con criterio hacia una reflexión introspectiva sobre cómo afrontamos los desacuerdos y sacamos conclusiones valiosas que resultaron muy fructíferas y aplicables al entorno profesional en el que nos movemos a diario.
Los errores más comunes
Una de las primeras ideas que aparecieron fue la tendencia natural al conflicto que nos conduce a cometer errores con bastante asiduidad:
- El primero de ellos es la propensión a señalar las conductas erróneas y resaltar las equivocaciones ("Creo que te has equivocado…" "No has hecho bien esto…"). Esta dicotomía correcto-equivocado produce un impacto muy negativo en el interlocutor.
- Otro error muy habitual es la culpa ("Eres el responsable de…" "Tú tomaste la decisión…"). No hace falta incidir en la incomodidad que genera esta actitud y el impacto emocional que provoca.
- El tercer error es juzgar la intención de la otra persona, casi siempre en sentido negativo ("Está claro que lo que quiere es…” "Viene a por mí…"). Esta presuposición condiciona nuestros comportamientos y genera distancia.
La idea principal que se deduce de estos errores es que todos nos centramos principalmente en transmitir nuestras conclusiones. Solemos ser eminentemente unilaterales y no tenemos en cuenta al interlocutor.
Ampliar nuestro marco mental
¿Qué debemos hacer entonces para mejorar? La cuestión es adquirir un pensamiento más productivo que conflictivo. Se trata de ampliar nuestro marco mental, romper paradigmas y abrir el foco.
- Se trata de abandonar la dicotomía correcto-equivocado para acudir a la múltiple perspectiva (no hay bueno y malo, blanco o negro, sino puntos de vista diversos).
- Olvidar la culpa para hablar de contribución compartida (asumir conjuntamente responsabilidades sobre el tema que nos ocupa)
- Dejar de juzgar intenciones para separar impacto de intención (centrar el análisis en los hechos antes de precipitar una interpretación prejuiciosa).
La cuestión es ir abandonando paulatinamente los hábitos conflictivos que habitualmente aparecen en las conversaciones difíciles.
Lo que es indudable es que señalar el error, culpabilizar y prejuzgar forman parte de un marco mental establecido que conduce al conflicto. La ambigüedad, la suposición aventurada de las intenciones del otro, siempre tiene un impacto negativo.
Sin embargo, ampliar nuestro marco mental, contemplar múltiples perspectivas, buscar la contribución compartida y diferenciar el impacto de la intencionalidad es una actitud que crea un clima de seguridad que, a su vez, genera confianza. Es un camino apasionante, nada sencillo, que nos llevará a convertir situaciones difíciles en resultados productivos.
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