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Desde sus inicios, la Unión Europea se planteó firmemente trabajar en la consolidación de un aspecto fundamental para conseguir un crecimiento sostenible e inclusivo: la RSC o Responsabilidad Social Corporativa.
El concepto de la RSC, confuso y difícilmente entendible en sus inicios, se ha ido perfilando a lo largo de los últimos años y su puesta en marcha se va consolidando en las empresas. En la actualidad, la idea de la necesidad de la RSC en las empresas está aceptada por la mayoría, aunque todavía hay quienes se resisten a admitir su importancia.
QUÉ SIGNIFICA SER SOCIALMENTE RESPONSABLE
La Responsabilidad Social Corporativa persigue maximizar la creación de valor y atenuar el impacto negativo de las compañías en el ejercicio de su actividad. De forma muy resumida, esta es la idea que se plasmó en el “Libro Verde para fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas”, publicado por la Unión Europea en 2001.
En sus páginas dejaba claro que ser socialmente responsable va mucho más allá de cumplir las obligaciones jurídicas: es necesario invertir más en capital humano, en la conservación del entorno y en las relaciones de la empresa con la sociedad en general.
Tener claro el concepto de RSC es fundamental, puesto que es una figura compleja y llena de contenidos. Dentro de la idea de RSC se incluye aspectos tan diversos como gestión ambiental, cambio climático, ética, transparencia, sostenibilidad energética, reputación corporativa, derechos humanos, conciliación familiar o integración de las personas en riesgo de exclusión, entre otros.
CÓMO INCORPORAR LA RSC EN LA EMPRESA
La incorporación de la RSC en la empresa puede llevarse a cabo en muchos ámbitos diferentes. Puesto que no se trata de una obligación legal sino más bien moral, cada organización es libre de desarrollar las estrategias que crea convenientes para contribuir a la sociedad. El objetivo final es devolver a la sociedad una parte de lo que ésta le aporta.
La Unión Europea aboga por profundizar en aspectos como la divulgación por parte de las empresas de información sobre sus actividades financieras y no financieras, promover los intereses de la sociedad en cuanto a sostenibilidad, conciliación o derechos de los trabajadores. En este último sentido, las organizaciones pueden apostar por los servicios para empresas saludables, que consiguen empleados más felices y comprometidos con medidas tan básicas como ofrecer fruta fresca en la oficina, talleres para la gestión del estrés, fomentar los hábitos de vida saludables o incorporar un servicio de fisioterapia en la oficina.
La transparencia es otro de los aspectos en los que incide el concepto de RSC impulsado por la Unión Europea. Este principio es una invitación a que las empresas e instituciones informen sobre cuestiones relevantes relacionadas con su actividad para lograr un mercado más transparente. Como ejemplo, informar sobre sus políticas de reciclaje o sobre el origen sostenible de sus materias primas. Con ello, la empresa mejora también su imagen ante la sociedad.
Tan importante como conocer cuánto gana una compañía es saber la forma en que lo hace. La Unión Europea establece que las empresas con más de 500 empleados y que sean consideradas como entidades de interés público, deben informar sobre su gestión en cuestiones medioambientales y sociales, sobre el respeto a los derechos humanos, su lucha contra la corrupción y sobre las relaciones comerciales que puedan tener efectos negativos. Con ello se trata de generar confianza y reducir riesgos en las inversiones.
Por el momento, queda una tarea pendiente: conseguir que los informes de sostenibilidad se unifiquen en todos los países de la Unión Europea. Hasta ahora no todos aplican los mismos criterios, algo que sería necesario para avanzar en la consolidación de la RSC y que supondría un importante ahorro en costes para las empresas.
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