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¿Qué es?
Avanzada ya una parte importante del siglo XXI, aún resulta que la mayoría de la masa laboral nació y se educó en el siglo pasado, con las premisas y pautas de la época. Y en ese momento, la formación se estructuraba como un proceso cerrado, con principio y fin, donde, una vez alcanzado el punto final, se abandonaban las aulas para siempre, se producía, mayoritariamente, la incorporación al mercado laboral y, en un alto porcentaje de casos, se permanecía en la misma empresa hasta el momento de la jubilación.
Este planteamiento, actualmente es impensable, como consecuencia de un profundo cambio que afecta a todos los aspectos de nuestra vida: laboral, social, físico e, incluso, nutricional, y que tiene su origen, fundamentalmente, en la evolución tecnológica.
La formación, como proceso de aprendizaje no se considera ya como algo finito. A mediados del siglo pasado, el concepto de Aprendizaje Continuo, o Educación Permanente, comenzó a oírse en todos los estamentos y organismos relacionados con la formación, pero no es algo nuevo ni revolucionario. En el siglo V a.C. Platón ya proponía prolongar la educación de la persona hasta los 50 años, que era la esperanza de vida en aquella época. Comenio, padre de la Pedagogía, asocia, en el s. XVII, la noción de educación con la de la continuidad del proceso vital de las personas. Y en 1792, un informe presentado por Condorcet a la Asamblea Nacional francesa propone que “La instrucción debería abarcar todas las edades; no hay ninguna en la que no sea útil y posible aprender, (…) ha de asegurar a los hombres de todas las edades la facilidad de conservar sus conocimientos o de adquirir otros nuevos”.
Además del avance que ha supuesto que la educación se haya convertido en un derecho universal que, claramente, ha permitido un gran desarrollo intelectual colectivo y la posibilidad de disponer de un talento prácticamente inagotable, hay que prestar atención al concepto de aprendizaje permanente que proponen las citas a las que hemos hecho referencia: aprendizaje continuo a lo largo de la vida.
Los argumentos para adoptar el proceso de aprendizaje continuo como un hábito indispensable son demoledores:
- El increíble aumento de conocimiento y avances científicos que hemos vivido en los últimos años. Los conocimientos impartidos en la aulas durante la enseñanza reglada no alcanzan a cubrir las necesidades que el desarrollo tecnológico que entra en nuestras vidas a diario, cambiando nuestros hábitos, gustos y necesidades, nos demanda.
- Las materias de trabajo acumulan cada vez mayor información y manifiestan también cada vez mayor interrelación. La diferencia entre ciencia y humanidad es cada vez más sutil, ya que en ambas se necesitan conocimientos y herramientas de la otra.
- La dimensión del cambio tecnológico ha traspasado lo meramente cuantitativo y demanda una preparación específica y un enfoquen cualitativo y actitudinal.
- Las exigencias en el aspecto laboral cambian y se amplían. La forma y las herramientas de las que se dispone para realizar las tareas y resolver los problemas, el enfoque hacia la personalización o hacia la puesta en valor de propuestas adaptadas al cliente, la globalización de la economía, la deslocalización de la producción y del capital…, es necesario, saber más y conocer más cada día para acomodar todas estas variables en su justo nivel y poder realizar el trabajo de la mejor manera posible.
- El aumento de la esperanza de vida en unos veinte años en este último siglo, ha traído consigo nuevas necesidades vitales y que el desarrollo humano incluya también actividades de ocio, de participación ciudadana, social y familiar, y de acciones sobre el entorno, haciendo patente la necesidad de una nueva formación en estos aspectos que incluya a personas de todas las edades.
¿Qué exige?
Por un lado, y dado que para muchas personas implica cambiar un paradigma vital, implica la pérdida del temor a lo desconocido, a como será volver a la dinámica del estudio tras años de haberlo dejado atrás o a compartir “aula” con compañeros muchos años más jóvenes.
Implica, además, cambiar conceptos fundamentales y tradicionales en la formación:
- Tiempo de aprendizaje: ya no está limitado a la infancia y la juventud, cualquier momento es bueno, propicio o necesario.
- Lugar: el aprendizaje ya no se realiza, de manera exclusiva, en el aula. La tecnología o la aplicación de nuevas metodologías como el Outdoor Training, hacen de cualquiera, un lugar idóneo para aprender.
- Objetivo: la formación ya no es un aprendizaje preparatorio para la vida adulta y para ejercer el trabajo de toda la vida. Además de permitirnos el progreso profesional nos permite establecer nuevas pautas de convivencia, de comunicación, de organización o de diversión. Nos permite comprender y relacionarnos adecuadamente con nuestro entorno.
- Disposición: el aprendizaje continuo permite desarrollar capacidades propias y alimentar los intereses personales. Permite a las personas seleccionar, de forma libre y flexible, las áreas de conocimiento y las metodologías que mejor se adapten a sus circunstancias
- Información y conocimiento: en ocasiones podemos encontrarnos con que, algunos de los conocimientos previos que poseemos, no solo han quedado obsoletos, sino que contradicen las nuevas necesidades o metodologías y es imperativo actualizarlos. Esta es la base del Aprendizaje Continuo.
Pero, tras este análisis, es necesario dar un paso más, que puede ser sorpresivo e inesperado. Para poder realizar un aprendizaje continuo, de forma óptima y con rendimiento máximo, es necesario que los individuos seamos capaces de incorporar en nuestras rutinas dos nuevos procesos:
- Aprender a desaprender. Asumir el cambio. Reconocer que ciertas competencias adquiridas ya no son útiles, y que los procesos y las metodologías aplicadas no permiten alcanzar los resultados deseados. Hacer limpieza de mente y empezar de cero.
- Aprender a aprender. Desarrollar las capacidades necesarias para adaptarnos a nuevas circunstancias, incluso totalmente desconocidas, con una actitud abierta al cambio, buscando y seleccionando los recursos mas apropiados a cada situación.
El aprendizaje continuo es pues, una de las herramientas que los empresarios y trabajadores de este siglo tendrán que manejar de modo recurrente, tanto entre sus recursos, como en sus perfiles.
¿Competencia o habilidad? Probablemente un poco de ambas.
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