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Crear una cultura de innovación es uno de los retos más importantes que una empresa puede afrontar para asegurarse de seguir evolucionando y prosperando. En este contexto, y para que las mentes brillantes continúen aportando ideas innovadoras que permitan solucionar los problemas de los clientes, es necesario que exista el entorno correcto. A modo práctico, considero que se necesitan tres ingredientes clave para ayudar a crear una cultura de innovación en una empresa:
La base empieza por fomentar que exista una diversidad de opiniones. Para ello, el entorno debe fomentar la creatividad para que, de esta forma, la gente que desee compartir sus ideas, aunque sean poco populares o contrarias a la mentalidad del momento, no tengan miedo de hacerlo. Esta diversidad de opiniones permite que cuando un equipo deba afrontar un problema no haya una única opinión correcta, sino que se planteen diferentes maneras de actuar o ideas dirigidas a solucionar ese problema. Para que esto ocurra y haya una diversidad de pensamiento, la gente necesita un entorno seguro para poder manifestar sus opiniones y, sobre todo, sentir que éstas se aceptan y se reconocen.
La inclusión es un factor esencial e intrínseco de este entorno seguro, y los líderes deben invertir en ella para que, de este modo, la gente sepa cómo decir que no sin miedo, por ejemplo. Como líderes, tenemos que establecer los comportamientos, tonos y actitudes que ayuden a crear espacios seguros para los equipos y sus lugares de trabajo. Por ejemplo, cuando no estoy reunido, les digo a mis compañeros que salen de mi despacho que no cierren la puerta, que la dejen abierta. Con esto quiero demostrar que estoy siempre abierto a una conversación: no solo mentalmente, sino que esta actitud se transpone también a lo físico.
Hay otras formas de crear este espacio seguro, como el lenguaje corporal. Cuando una persona se sienta a mi lado, me levanto de la silla y me siento en el borde, para que la conversación sea más fluida. A medida que la conversación avanza, tal vez me levante de la silla o me acomode en ella, pero al principio, siempre me aseguro de que mi cuerpo diga lo mismo que mis palabras: que estoy abierto a una conversación.
Garantizar un lugar seguro también tiene que ver con la forma como reaccionamos. ¿Por qué a nadie le gusta dar malas noticias? Muchas veces, a causa de la reacción que causan. Cuando mi equipo tiene que decirme que no estamos cumpliendo con lo esperado, les escucho, les doy gracias por la transparencia y les comunico que estoy seguro de que podemos trabajar juntos para superarlo.
Cuando creamos un espacio seguro, éste nos trae el mejor resultado: que la diversidad de pensamiento sea la regla, no la excepción.
Creo que los líderes deben reducir el coste del fracaso. Con esto me refiero a que, si todas las innovaciones nacen del aprendizaje y el aprendizaje viene siempre después fracaso, entonces debemos dar permiso a nuestros equipos para fracasar. El fracaso nos educa y nos guía hacia la mejor idea (porque, seamos sinceros, es difícil empezar con la mejor propuesta). Si planteamos el fracaso como un ritmo de funcionamiento, éste nos permite fomentar una cultura de aprendizaje, y no de miedo. Es decir, poder reconocer que algo no funciona y que tienes las herramientas adecuadas para continuar hacia otra dirección.
Reducir el coste del fracaso también nos ayuda a entender la innovación como algo que no tiene como objetivo un resultado concreto asegurado. El valor de los negocios proviene de muchos elementos: la innovación, las condiciones del mercado, la elección del momento oportuno… La innovación puede funcionar, pero hay que tener en cuenta otros ingredientes, como el timing, que puede impedir que algo tenga o no éxito. No es una cuestión de tener suerte, es una confluencia de que todos los factores coincidan al mismo tiempo. Los líderes no deberíamos tener miedo a fracasar públicamente, pues esto es lo que nos convierte en los mejores guías.
La gente necesita tener más tiempo y espacio para la innovación. Pongamos que tu empresa tiene algunos déficits tecnológicos que causan pérdidas de tiempo espontáneas porque tus trabajadores tienen que estar reaccionando a estos imprevistos constantemente. Es difícil que la innovación ocurra en estas condiciones. Creando un espacio para innovar, la gente se puede centrar en obtener mejores resultados, en lugar de seguir con las tareas cotidianas. En mi opinión, aquellos que pueden hacerlo, prosperarán.
En este contexto, en mi equipo seguimos la regla de los Focus Wednesdays: los miércoles no puede haber reuniones. Esto se modela de arriba hacia abajo, de modo que todos los miembros de un equipo se sientan capacitados para recordar dicha regla a aquellas personas que erróneamente puedan programar una reunión un miércoles. Con esto, animamos a que los miembros del equipo puedan usar este día para trabajar en proyectos, resolver retos y, por supuesto, innovar.
Como ejemplo, me gustaría destacar que en 1948, la compañía 3M lanzó un programa interno en el que el 15% del tiempo de los empleados se dedicaba a proyectos experimentales y a innovación. Uno de los resultados de dicho programa fue la invención del conocido Post-it. ¡Imagina todo lo que tu equipo podría hacer si dispone de un tiempo exclusivo a la innovación!
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