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O en el contexto actual, “para ser feliz quiero no estar contagiado”, entonces ¿darías tu privacidad para garantizar que estés sano? ¿Y para que los demás estén sanos?
“Tampoco es para tanto, solo es mirarte un momento la temperatura de tu cuerpo para ver si puedes entrar en nuestra oficina y listo”. Te lo dicen mientras una pistola de rayos de calor está en tu frente u oreja para averiguar si tienes el COVID19.
¿Nos garantizan que solo será para esta enfermedad? ¿Sabías que ya hay personas que en sus CV, hojas de vida o curriculum vitae ponen bien claro: tengo anticuerpos y estoy sano? ¿Está comenzando una época de racismo de salud?
Una de las tantas preguntas y debates originados por la pandemia es si queremos o si estamos dispuestos, a entregar nuestra libertad y nuestra privacidad por el fin común de que todos estemos sanos. Felices.
Ayer escuché que en Alemania cuando vas a los restaurantes, no solo te piden saber si tienes fiebre, sino que también te exigen que escribas con quién estás comiendo y que escriban sus datos y donde poder encontrarlos. Así de sencillo y así de peligroso. En España este 2020 se prohibió ejercer el derecho de voto a personas infectadas.
Sencillo porque los doctores te lo explican muy claramente: “así podemos seguir quién ha estado infectado y podemos aconsejarle y obligarle a que se someta a la cuarentena”. Peligroso porque, como apuntaba un tertuliano: “ya no se podrán llevar a los/las amantes a cenar”.
Yuval Noah Harari (Sapiens 2013) nos alerta sobre la perdida de las libertades que las personas hemos ido sufriendo a lo largo del tiempo por parte de los gobiernos cuando hay alguna crisis. Apunta que antes de la Guerra de Secesión americana no existían los impuestos masivos y fue la guerra, la perfecta excusa, la que habilitó al gobierno americano a convertirse en el gran recaudador que sigue siendo ahora.
El estado tiene dentro de su definición el poder controlar a quien lo habita y es precisamente uno de los más influyente filósofos actuales, el surcoreano Byung-Chul Han quien vaticina que “Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”. La guerra es la paz que ya vaticinó Orwell.
Otras reflexiones salen en este 2020 que se acaba como por ejemplo ¿qué rol adaptará la empresa?. Gracias a la pandemia los colaboradores tendrán que decir si están sanos para poder trabajar. Está sucediendo que miles no quieren pasar las pruebas ya que según ellos, “si me da positivo me tengo que quedar en casa y perder el trabajo”. Es egoísta y entendible. Es humano y discutible.
El ser humano busca sobrevivir de cualquier manera posible, cosa que no siempre saben hacer las empresas. Estas son las que tienen una gran oportunidad para convertir el miedo en paz.
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